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  • SALUD GLOBAL: “En el Día Mundial del SIDA recordamos a la gente que la pandemia del VIH no ha terminado”

    GastonDevisichCIVICUS conversa conGastón Devisich, responsable de Participación Comunitaria en el Departamento de Investigación de la Fundación Huésped, acerca de la labor de la sociedad civil en la lucha contra el VIH-SIDA, tanto a nivel comunitario como en los órganos de gobernanza global.

    La Fundación Huésped es una organización de la sociedad civil (OSC) argentina que desde 1989 trabaja en áreas de salud pública con el objetivo de garantizar el derecho a la salud y el control de enfermedades. Integra la plataforma regionalCoalición Plus y, representada por Gastón, es una de las dos organizacionesde América Latina y el Caribe que integran la Delegación de ONG ante la Junta Coordinadora del Programa de ONUSIDA.

    ¿Cuáles fueron los resultados de la última ronda de promesas de contribuciones al Fondo Mundial para la lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria, y cuáles serán sus implicancias?

    El objetivo principal del Fondo Mundial para la lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria es hacer inversiones catalíticas y aprovechar las innovaciones para impulsar un progreso más rápido en la reducción de nuevas infecciones, abordar las barreras estructurales para mejorar los resultados de estas pandemias y construir equidad, sostenibilidad e impacto duradero. Su nueva estrategia pone a las personas y las comunidades al frente y en el centro de todo su trabajo, desafiando las dinámicas de poder para garantizar que las comunidades afectadas tengan voz en la lucha y oportunidades de un futuro saludable.

    El Séptimo Reaprovisionamiento del Fondo Mundial ha arrojado un total de 15.700 millones de dólares estadounidenses. Ha sido la culminación de una campaña exitosa que comenzó hace más de un año. Es un logro notable, no solo porque varios donantes públicos y privados aumentaron sus compromisos, en muchos casos en más de 30%, sino también porque hubo una cantidad récord de gobiernos implementadores –al menos 20– que han dado un paso al frente para convertirse también en donantes.

    Este apoyo tiene como objetivo salvar 20 millones de vidas, evitar 450 millones de nuevas infecciones y generar nuevas esperanzas de acabar con el SIDA, la tuberculosis y la malaria. Esta inversión también fortalecerá los sistemas comunitarios y de salud para aumentar la resistencia a futuras crisis.

    Dado su papel central en la lucha contra las pandemias, el Fondo Mundial también estipula continuar contribuyendo a la agenda mundial de preparación para pandemias en coordinación con la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial y otros socios.

    ¿Qué rol desempeña la sociedad civil en la gobernanza de ONUSIDA?

    El Programa Conjunto de las Naciones Unidas (ONU) sobre el VIH/SIDA, conocido como ONUSIDA, fue el primer programa de la ONU en contar con representación formal de la sociedad civil en su órgano directivo. La participación de OSC en la Junta Coordinadora de Programa de ONUSIDA es fundamental para la inclusión eficaz de voces de las comunidades en este foro de política global clave en el área de VIH/SIDA.

    La Delegación de ONG está compuesta por cinco OSC, tres de países en desarrollo y dos de países desarrollados o países con economías en transición, más otras cinco que actúan como miembros alternos. Nuestro propósito es presentar las perspectivas y la experiencia de las personas que vivimos con VIH/SIDA y aquellas poblaciones particularmente afectadas por la pandemia, así como la sociedad civil, para garantizar que ONUSIDA se guíe por un enfoque equitativo, basado en derechos, y sensible al género para garantizar el acceso a la prevención, diagnóstico, tratamiento, la atención y el apoyo integrales de VIH para todas personas.

    La existencia de una delegación comunitaria dentro del mayor órgano de gobernanza de un programa como ONUSIDA es fundamental para garantizar la participación significativa de las poblaciones más afectadas por el VIH en todos los niveles del desarrollo, implementación, seguimiento y evaluación de políticas y programas. El fortalecimiento de la colaboración significativa con la comunidad fomenta una relación de mayor confianza y respeto con quienes somos los beneficiarios directos de cualquier programa o política.

    La implicación de todas las partes interesadas, siempre que sea transparente y basada en el entendimiento mutuo, puede minimizar los malentendidos y reducir las probabilidades de conflictos o controversias innecesarios. Esto ayuda a mejorar nuestro acceso a derechos y la provisión de servicios de calidad que deben garantizarlos, así como también permite abordar las desigualdades de poder existentes entre tomadores de decisiones y comunidad para establecer relaciones más equitativas y horizontales.

    ¿Por qué es importante incorporar las voces de las comunidades en los espacios de toma de decisiones?

    Es urgente desarrollar estrategias adicionales para abordar la epidemia de VIH. Una amplia diversidad de factores crea, intensifica y perpetúa el impacto del virus y sus determinantes subyacentes pueden estar arraigados en el tejido cultural, legal, institucional o económico de la sociedad.

    Para lograr una respuesta integral al VIH, es esencial reconocer esas desigualdades de poder y abordarlas desarrollando prácticas que eviten su replicación o refuerzo inadvertido a lo largo de la implementación de programas y políticas públicas.

    Las organizaciones locales contamos con una experticia única para contribuir a la respuesta al VIH. Tenemos conocimientos fundamentales y entendimiento de las culturas y perspectivas locales, los idiomas, la dinámica de la epidemia local de VIH, las preocupaciones de los grupos de población más vulnerables o marginados, y las prioridades locales que otras partes interesadas no necesariamente tienen. La comunidad puede ayudar a asegurar que los objetivos y procedimientos de la respuesta al VIH sean adecuados y aceptables de acuerdo a nuestras idiosincrasias, a fin de evitar el refuerzo de las desigualdades existentes.

    ¿En qué consiste el trabajo de la Fundación Huésped, tanto a nivel nacional como en este foro global?

    Nuestro abordaje integral incluye el desarrollo de investigaciones, soluciones prácticas y comunicación vinculadas a las políticas de salud pública en Argentina y en América Latina. Buscamos desarrollar estudios científicos, acciones de prevención y promoción de derechos para garantizar el acceso a la salud y reducir el impacto de las enfermedades, con foco en VIH/SIDA, hepatitis virales, enfermedades prevenibles por vacunas y otras enfermedades transmisibles, así como en salud sexual y reproductiva.

    En tanto que representantes de la sociedad civil en ONUSIDA, solicitamos activamente las opiniones de nuestras respectivas comunidades en temas clave relacionados con las políticas y programas del organismo, y abogamos, junto con los gobiernos y las organizaciones copatrocinadoras –diez organizaciones de la ONU que componen el Programa Conjunto de ONUSIDA–, por conseguir mejoras significativas en la aplicación y evaluación de las políticas y programas sobre VIH/SIDA.

    ¿Qué desafíos enfrentan las organizaciones dedicadas al VIH-SIDA y qué apoyos necesitan para poder continuar haciendo su trabajo?

    La agenda del VIH sigue vigente, con nuevos desafíos y la persistencia de estigma, discriminación y violación de derechos. Cuarenta años después de los primeros casos de VIH notificados en el mundo, y gracias a los avances científicos, la implementación de políticas, planes y programas, el activismo de la sociedad civil y los logros en materia de derechos humanos, contamos con más y mejores estrategias para controlar al virus que hoy mismo podrían terminar con el SIDA. Sin embargo, este año hubo 1.5 millones nuevos casos de VIH y 680 mil nuevas muertes relacionadas al SIDA en todo el mundo – 110.000 casos y 52.000 muertes en América Latina y el Caribe.

    El Día Mundial del SIDA, el 1º de diciembre, es nuestra oportunidad anual para recordarle a la gente que la pandemia del VIH no ha terminado. En los últimos 40 años la ciencia ha generado mucha innovación, pero estos beneficios no se aplican a todas las personas por igual. La mejor ciencia del mundo no puede competir con los efectos debilitantes de sistemas de salud deficientes. Para acabar con el SIDA tenemos que corregir el curso de la respuesta al VIH, empezando por poner fin a las desigualdades. La respuesta se necesita hoy. No podemos perder más tiempo.


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  • TRATADO PANDÉMICO: “Los Estados deben compartir la responsabilidad y rendirse cuentas recíprocamente”

    Barbara StockingCIVICUS conversa con Barbara M. Stocking sobre la necesidad de desarrollar un nuevo tratado internacional sobre pandemias anclado en la solidaridad, la transparencia, la rendición de cuentas y la equidad.

    Barbara Stocking es presidenta del Panel para una Convención Mundial de Salud Pública, ex presidenta del Murray Edwards College de la Universidad de Cambridge, exdirectora ejecutiva de Oxfam Gran Bretaña y ex presidenta del Panel de Evaluación Provisional del Ébola.

    ¿Qué es el Panel para una Convención Mundial de Salud Pública y qué motivó su lanzamiento en abril de 2021?

    La Universidad de Miami decidió encuestar a personas expertas de todo el mundo sobre el tema de las pandemias. Esto ocurrió antes de que estallara la pandemia de COVID-19. Necesitábamos saber si estábamos preparados para una pandemia y qué cuestiones debían abordarse. Yo era uno de los expertos en el tema: en 2015 presidí el Comité sobre el Ébola que evaluó la actuación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Unos meses después se publicó en la revista médica The Lancet un artículo que resumía las opiniones expertas.

    Para entonces la pandemia de COVID-19 ya estaba en curso, y el presidente de la Universidad de Miami, Julio Frank, propuso hacer algo más que publicar un informe. En 2020 se fundó el Panel para una Convención Mundial de Salud Pública con el fin de abogar por nuevas formas de abordar el control y la respuesta a los brotes, y se me pidió que lo presidiera.

    El Panel es una coalición independiente de alto nivel para hacer incidencia en derechos humanos. Incluye a expresidentes como Laura Chinchilla, de Costa Rica, y John Mahama, de Ghana, y al ex secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Ángel Gurría. Todos ellos son personas que pueden tener influencia sobre la OMS, sus Estados miembros y otros organismos. No hacemos campañas públicas porque no tenemos los recursos ni la gente, pero actuamos al más alto nivel político.

    En diciembre de 2021, la Asamblea Mundial de la Salud acordó poner en marcha el proceso de elaboración de un tratado mundial sobre prevención, preparación y respuesta ante pandemias. Nuestro grupo de expertos seguirá monitoreando los avances de la idea para asegurarse de que cumple con lo que creemos que es necesario para evitar que los brotes se conviertan en pandemias.

    ¿Qué déficits en la respuesta a la pandemia de COVID-19 hicieron evidente la necesidad de este tratado?

    La necesidad de una convención se hizo evidente para todo el mundo como resultado del COVID-19, pero no se trata solamente del COVID-19. Durante los últimos 20 años, todos los informes concluyeron que no estábamos preparados para hacer frente a una pandemia. El COVID-19 acaba de confirmarlo de la forma más espeluznante.

    La preparación es la clave. Los gobiernos han intentado estar preparados, pero es evidente que no lo estaban. ¿Por qué? Para algunos países fue una cuestión de recursos, y en esos casos debemos asegurarnos de que obtengan los recursos necesarios para tener sistemas de vigilancia sanitaria. Sin embargo, muchos países con abundantes recursos y excelentes sistemas sanitarios tampoco estuvieron preparados. Una de las razones es que muy pocos países practican la preparación. Cuando estaba en el servicio de salud del Reino Unido, cada hospital hacía un simulacro para un incidente grave cada tres años. Necesitamos el mismo enfoque en la preparación de la salud pública. La práctica es clave y debe incluir no solamente a los sistemas sanitarios, sino a todo el gobierno, porque si ocurre algo tan grande, los ministerios y los jefes de Estado también deben involucrarse.

    La sociedad tampoco estaba preparada. Tenemos que asegurarnos de transmitir los mensajes correctos y de involucrar a las comunidades, que sabemos que son muy importantes.

    Cuando se hizo evidente que había un virus circulando, y aún no estaba claro de qué se trataba, y la OMS declaró al COVID-19 una emergencia de salud pública de preocupación internacional, no se hizo demasiado. Febrero de 2020 era un momento clave para actuar, pero se hizo muy poco.

    Todo se reduce a una falta de comprensión fundamental sobre lo que significa ser precavido en el caso de una pandemia. En la mayoría de las cosas de la vida, uno puede preguntarse si una situación va a empeorar y hacer una evaluación realista. Pero con una pandemia, especialmente al principio, no se sabe cómo se replicará el virus y hay que actuar con rapidez. Pero ante el COVID-19, los Estados no lo hicieron. También se opusieron a las directrices de la OMS porque, según ellos, la OMS “no tiene autoridad”.

    El siguiente problema fundamental es que, a pesar de que tenemos normas sanitarias internacionales, la gente tiende a no cumplirlas, y no hay mecanismos para imponerlas y demandar rendición de cuentas. Está claro que también hay que trabajar para actualizar la normativa sanitaria internacional, pero el mayor problema es que los países acepten rendirse cuentas recíprocamente. La expresión que utilizamos es “garantía mutua”: para tomar decisiones difíciles, cada Estado necesita saber que otros harán lo mismo. Esto debería permitirnos vender la idea de la rendición de cuentas.

    No tiene sentido tener un tratado o una convención sobre pandemias a menos que haya disposición a rendir cuentas. Pero esto a menudo es ignorado porque es difícil. Los Estados son soberanos sobre sus territorios y son responsables de la salud de su población, pero también tienen una responsabilidad compartida de mantener el mundo a salvo. Por eso necesitamos un tratado o convención.

    ¿Cómo podría el tratado ayudar a resolver estos problemas? 

    Los principios de equidad, transparencia y responsabilidad deben incorporarse al tratado. Tenemos que pensar en lo que hay que arreglar o corregir, porque son las cosas sobre las que tendremos que rendir cuentas.

    Por ejemplo, en lo que respecta a la preparación, se ha empezado a avanzar, pero sólo a través de revisiones de pares para determinar si los países están preparados. Este sistema tendría que ampliarse. Las revisiones independientes serían algo positivo para el tratado o convención. Necesitamos que alguien más que la OMS realice las evaluaciones de preparación y respuesta, lo que puede hacerse dentro de la estructura de un tratado. La OMS debería establecer las normas y proporcionar apoyo en el rol de “amigo del país”. Podría crearse un organismo pequeño. Como la OMS tiene casi todos los datos, no es necesario empezar de cero. Pero debe haber un organismo con la experiencia y los conocimientos necesarios. Es posible que tenga que rendir cuentas, a través de las estructuras de los tratados, a los jefes de Estado, que esperamos que integren las conferencias de las partes que supervisen este tratado o convención.

    Todas estas cosas se pueden incorporar. Esto no quitará poderes a la OMS, sino que los aumentará.

    ¿Cómo ha participado la sociedad civil hasta ahora en el proceso del tratado?

    La sociedad civil está pidiendo claramente más voz en las cuestiones sanitarias y en el desarrollo del tratado sobre pandemias, y creo que esto es realmente necesario.

    En el ámbito de la OMS, la sociedad civil que participa procede en su mayoría de organizaciones internacionales y sus socios locales, y a menudo trabaja en temas de salud, y me refiero a la salud en sentido amplio, incluida la salud mental.

    Cuando se celebraron las audiencias, la sociedad civil participó activamente y el espectro de organizaciones de la sociedad civil (OSC) participantes se amplió para incluir a OSC de derechos humanos, no solamente a causa de las libertades afectadas bajo las cuarentenas, sino también porque los gobiernos estaban utilizando la pandemia como excusa para violar los derechos humanos. Como resultado, cada vez más OSC de derechos humanos querían tener incidencia en el tratado.

    En cuanto a la participación en el propio proceso del tratado, la OMS tiene una categoría para la sociedad civil, que es la de “observadores oficiales”. Pero la sociedad civil debería tener mucha más influencia en el debate. Al más alto nivel, la OMS está organizando eventos de dos días para proporcionar evidencia a las partes interesadas más allá de los Estados miembros. En abril celebraron un evento de dos días, en el que el Panel participó y dio su opinión sobre el tema. En junio se celebrará otro evento.

    Un problema importante que he visto es la gestión centralizada de la pandemia. Tenemos que involucrar a las comunidades, y esto incluye a la sociedad civil. Cuando se gestiona una pandemia, hay que incorporar la participación de personas y organizaciones a nivel local. Esto no puede hacerlo solo el gobierno central; las autoridades locales deben desempeñar su rol para involucrar a estos grupos. 

    Ampliar la gobernanza del tratado para incluir a la sociedad civil sería todo un desafío, ya que los Estados miembros serán dueños del tratado que firmen, ya sea por consenso o por ratificación gubernamental. Tiene que haber más debate sobre cómo, incluso si hay una conferencia de las partes, podemos incluir más a la sociedad civil y comprometernos con ella. 

    ¿Cuáles son los principales desafíos que prevé en el futuro inmediato en relación con la implementación de un eventual tratado?

    El primer desafío es producir una Convención Mundial de Salud Pública con un fuerte componente de rendición de cuentas. Los Estados deben aceptar que deben rendirse cuentas entre ellos y al mundo. Y aunque a los Estados les resulte difícil aceptar la idea de ser evaluados por personas independientes, necesitamos que las evaluaciones sean realizadas por un organismo independiente. Podemos tener Estados que supervisen su trabajo, pero el organismo tiene que ser capaz de trabajar de forma independiente.

    La noción de “soberanía compartida” sigue siendo difícil de aceptar para los países. Pero habitamos todos el mismo planeta y necesitamos trabajar juntos. Todos estamos interrelacionados, por lo que debemos tener la voluntad de cooperar y ver cómo podemos construir juntos. Algunos se preocuparán por la pérdida de soberanía, pero tenemos que ayudarles a entender la importancia crítica que tiene esto, desde un punto de vista tanto moral como de interés propio. A cada persona le interesa que los demás se comporten bien con ella. Estos son algunos de los bloqueos que debemos superar para lograr un buen tratado.

    En resumen, los Estados ya han acordado elaborar algún tipo de tratado o convención y ya están trabajando en ello. Pero la pregunta es si este será el tratado adecuado. Si todo va bien, tendremos un acuerdo para 2024, y luego habrá que esperar a que los países lo ratifiquen, o no.

    Pero no debemos dejar pasar el impulso porque realmente debemos estar preparados. La gente sigue preguntándonos si podríamos tener otra pandemia en los próximos 10 o 20 años. Bueno, francamente, podríamos tener otra el año que viene. Hay una verdadera urgencia porque los hábitats están cambiando; los animales y los humanos están cada vez más cerca unos de otros.

    Veo que todo el mundo se relaja un poco ya que el COVID-19 parece estar relativamente controlado. Pero no debemos quedarnos dormidos. Es casi seguro que algo similar volverá a ocurrir en el futuro. Lo único que no sabemos es cuándo.

    Póngase en contacto con el Panel para una Convención Mundial de Salud Pública a través de susitio web.