Por Inés M. Pousadela, Especialista Senior de Investigación en CIVICUS
En Nicaragua hay que ser muy valiente para dissentir. En ausencia de todo vestigio de legitimidad, el régimen gobernante se sostiene, cada vez más, por el recurso a la fuerza bruta.
A pocas cosas le teme más el tirano que a mirarse desnudo en el espejo: no es casual que el régimen Ortega-Murillo se haya ensañado como lo ha hecho con los estudiantes, asesinándolos por centenares en las calles, secuestrándolos para recluirlos en prisiones inhumanas y condenándolos en juicios sumarios bajo la acusación inverosímil de "menoscabar la integridad nacional".
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