2010, ¿Optimismo o Pesimismo?

En las páginas que siguen verán una lista de los logros más importantes
alcanzados por CIVICUS en el año 2010. Observándolos en retrospectiva,
estoy satisfecha, incluso algo sorprendida, de que haya sido posible hacer
tanto, a pesar de los limitados recursos y las crecientes dificultades.
CIVICUS, al igual que la mayoría de las organizaciones de la sociedad civil,
está capeando el temporal: rigurosos recortes al financiamiento, especialmente
para el trabajo que no es fácilmente cuantificable, aumento en los desafíos a
los que debemos responder, una creciente ola de acciones hostiles en contra
de la sociedad civil, incluso en países que han sido descritos como progresistas,
y un estancamiento en la gobernanza global que impide el avance en temas
cruciales que enfrenta la humanidad y nuestro planeta.

Las expectativas de los dos eventos más importantes del año, la revisión de los
10 años de los Objetivos de Desarrollo del Milenio que tuvo lugar en Nueva York
y la 16a Conferencia de las Partes (COP 16) en Cancún, fueron amortiguadas por la fragilidad de la llamada
recuperación económica, las crisis en la Eurozona, la restricción fiscal que enfrentan las economías
desarrolladas y la experiencia en la COP 15 en Copenhague el año pasado. Como consecuencia, fue fácil
declarar éxitos parciales en ambas cumbres. Cada una de ellas, en realidad, fue motivo de cierta alegría
respecto de las nuevas promesas y compromisos y por el hecho mismo de que los estados continuaron
comprometiéndose mutuamente en foros multilaterales. Menos evidentes fueron los mecanismos para
garantizar que estos compromisos no tuvieran el mismo destino que todas las promesas incumplidas de las
4 últimas décadas.

Menos optimismo surgió de las reuniones del G20 en Canadá y en Corea del Sur; la primera de ellas enturbiada
por las severas medidas de seguridad contra los manifestantes y la segunda obstaculizada por las tensiones
creadas en torno al tipo de cambio. Ambos eventos estuvieron marcados por su impermeabilidad a la partici-
pación significativa de la sociedad civil y la creciente intolerancia de la inconformidad, tanto en las democracias
establecidas como en las emergentes. Al igual que las reuniones anuales del Banco Mundial y del FMI, las
cumbres del G20 esencialmente dieron el primer golpe de pelota para el año 2011, incluido el consenso sobre
el Impuesto a las Transacciones Financieras.

Mientras tanto, para los ciudadanos y ciudadanas comunes de cada continente, la brecha entre los estados y
las naciones se fue haciendo cada vez más grande a medida que votantes, contribuyentes, estudiantes,
trabajadores, minorías de diversas extracciones y mujeres han sido ignorados e ignoradas, en el mejor de los
casos, y en el peor silenciados y silenciadas violentamente. El incipiente enojo ante la patente injusticia de las
ganancias privatizadas, pérdidas socializadas, abruptos aumentos en la disparidad y una absoluta falta de
responsabilidad democrática halló su modo de expresión en manifestaciones contra las leyes de pensiones,
aumentos de tarifas, corrupción, incrementos de precios, resultados de elecciones, desplazamiento. En su
forma más preocupante, tomaron la forma de un tribalismo resurgido con la mira puesta en minorías étnicas,
religiosas y sexuales, inmigrantes y pueblos aborígenes.

Incluso cuando el Consejo de Derechos Humanos de la ONU afirmó el derecho a la libertad de asociación,
iniciativa en la que CIVICUS se enorgullece de haber desempeñado un papel trascendental, decenas de
gobiernos provenientes de todos los continentes introdujeron nuevas limitaciones legislativas y financieras en
la sociedad civil. Además, periodistas y activistas por los derechos humanos, la democracia, libertad, trans-
parencia y rendición de cuentas fueron objeto de medidas extrajudiciales que abarcaron ataques físicos,
intimidación, detención ilegal, secuestros, desapariciones y asesinatos. Cada índice global de libertad,
gobernanza y democracia, incluidos los Sistemas de Respuesta a la Crisis y Alerta Precoz de CIVICUS,
registraron una continua caída. Ningún tema suscitó mayor interés o apoyo en la Asamblea Mundial de CIVICUS
el año pasado.

El clamor de alegría que acompañó a la liberación de Aung San Suu Kyi fue ahogado por la persecución
beligerante de Wikileaks y su fundador, Julian Assange, y silenciado por la ausencia de Liu Xiaobo y su familia
en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz. Las contradicciones entre los pronunciamientos y la
práctica de aquellos que predican la libertad de expresión no podrían haber sido más manifiestamente obvias.
Como ya se ha constatado, la tortura, la negación del debido proceso, violaciones ilegítimas a la privacidad y
otras violaciones de las libertades civiles que han marcado la llamada guerra al terror, y con la dilución de las
posiciones éticas causada por las exigencias del pragmatismo económico en el orden geopolítico emergente,
estas nuevas erosiones a la libertad por parte de quienes se autoproclaman defensores de la libertad ya están
fomentando y dando impunidad a los regímenes represores de todas partes.

Igualmente evidentes fueron el poder de los nuevos medios de comunicación para transformar en transparentes
las turbias maquinaciones de aquellos en el poder y la voluntad de las corporaciones que facilitan el uso de
estas tecnologías de ceder a las presiones de sus respectivos gobiernos. La afirmación de Warren Buffet de
que la marea económica en retroceso había puesto de manifiesto qué empresas estaban nadando desnudas,
podría aplicarse ahora a los gobiernos cuyo verdadero compromiso con los valores de libertad y derechos
humanos están al descubierto.

A lo largo de 2010 fue difícil resistirse a ser abrumado por el pesimismo y, en lugar de eso, concentrarse en
los logros alcanzados colectivamente. El pesimismo y los malos presagios, después de todo, sólo sirven para
inducir la apatía y propagar el escepticismo. Claramente, las cosas podrían haber sido mucho peor si no hubiera
sido por la valentía, determinación, convicción, compromiso y solidaridad que la sociedad civil en sus múltiples
formas ha aplicado para resistir los ataques y abogar por la justicia y una reforma genuina, especialmente en
las esferas corporativa y política de la gobernanza, tanto nacional como internacionalmente.

Medidos contra nuestro propósito colectivo de promover los derechos de las personas a vivir dignamente, libres
de privaciones y temor y a tener mayor voz en la determinación de su propio futuro y el del que todos los que
cohabitamos este planeta lamamos hogar, los dos logros más significativos del pasado año fueron
probablemente el cambio radical de los expertos representantes de la corriente dominante hacia la adopción de
soluciones que hasta hace unos años habrían desechado por utópicas y el involucramiento de los ciudadanos
y ciudadanas que hasta este momento habían estado fuera del debate.

En mi opinión, el reconocimiento de la gravedad de las amenazas que nos acechan en todos los ámbitos –
justicia económica, libertad política, cohesión social y sustentabilidad ecológica– aumenta la probabilidad de
que consolidemos la determinación y motivación para la búsqueda de una reformulación radical de las
estrategias necesarias para hacer frente colectivamente. Las victorias del año 2010, pequeñas y grandes, el
creciente número de ciudadanos y ciudadanas de todos los países que reconocen la injusticia del orden
económico y político y las oportunidades que éstos presentan para la acción conjunta basada en principios en
2011 y años posteriores, constituyen un buen punto de partida.

Al trascender el pesimismo y el optimismo, tal vez el rasgo más característico que marcó el año 2010 fue la
determinación.

Con gratitud por su apoyo en 2010 y la promesa de valentía, determinación y compromiso continuos de todos
y todas quienes formamos parte de CIVICUS en 2011,

En solidaridad,

Ingrid Srinath