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GOBERNANZA GLOBAL: “Debemos retomar la declaración de derechos humanos para que nos marque el camino”

4182E0B4 9680 4130 A45C 847E02B40B86CIVICUS conversa acerca de los desafíos de la gobernanza global con Marta Benavides, una líder espiritual que ha dirigido numerosas iniciativas por la paz sustentable, dentro y fuera de El Salvador, lo que la ha llevado varias veces a vivir en exilio. Nominada para el Premio Nobel de la Paz en 2005 como parte de la iniciativa 1000 Mujeres de la Paz, Marta lidera varias redes nacionales e internacionales que abogan por la cultura de paz, sustentabilidad, inclusión y derechos de las mujeres, pueblos originarios, sectores tradicionalmente excluidos y de la Tierra.


¿Cómo evalúa el rol actual de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el sistema de gobernanza global?


La ONU es un instrumento valioso que nos señala el camino para vivir en paz en un planeta sano. Dentro de la ONU, uno de los organismos más esenciales, por los temas que trabaja, es la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Proporciona marcos de referencia y horizontes a alcanzar. Sin embargo, es uno de los programas y procesos que menos atención recibe.
Actualmente tienen lugar en el marco de la ONU varios procesos importantes, como el de la Agenda 2030, que está siendo muy tergiversada aunque podría y debería ser un marco valioso. Si los Estados se la tomaran en serio, serviría para evaluar su desempeño en cada uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) e identificar áreas a trabajar en función del bien común y la salud del planeta, así como estrategias a implementar para ese propósito.


En el caso de mi país, El Salvador, que actualmente tiene un grave problema de deforestación, la Agenda 2030 podría servir para entender cómo deberíamos proceder por los derechos de la Madre
Tierra y trabajar los retos que hoy enfrentamos para proteger el medio ambiente y mitigar el cambio climático. Lamentablemente, sin embargo, esto no se considera oficialmente prioritario y quienes emprenden acciones con tal propósito son perseguidos y castigados.


La ONU juega un papel primordial en coordinar y gestar compromisos entre los Estados, especialmente en áreas tan urgentes como el cambio climático. En este momento se celebra la COP28, la conferencia del clima que se realiza todos los años y que en el 2023 tiene lugar en los Emiratos Árabes Unidos. Deberíamos estar discutiendo estrategias para abordar el cambio climático, y sin embargo se siguen promoviendo acuerdos para continuar extrayendo combustibles fósiles. No nos percatamos de que somos parte de la naturaleza y de que debemos vivir en armonía y paz con ella, para que también lo hagamos entre humanos.


¿Cuál es el camino para desarrollar una cultura de paz?
Para desarrollar una cultura de paz podemos y deberíamos seguir el ejemplo de los pueblos originarios. Ellos son quienes a través del tiempo han salvaguardado la vida en el planeta. Para ellos toda decisión debe tomarse teniendo en cuenta sus impactos sobre la colectividad, y no solamente para el presente sino tomando en cuenta hasta la séptima generación venidera. Si cada generación sigue este principio, se establece de hecho una cultura de paz. Semejante transformación requiere un cambio social profundo, sistémico y estructural.


Una cultura de paz requiere el abordaje de la raíz del problema de la pobreza. El mundo tal como lo vivimos en la actualidad, con dos tercios de la población en situación de pobreza y extrema pobreza, es inviable. Debemos trabajar de manera colectiva para que se cubran las necesidades básicas de todo ser humano para vivir en justicia, paz y dignidad, pensando tanto en la presente generación como en las futuras generaciones y cuidando a la naturaleza, que es la que sustenta y sostiene la vida.


Lamentablemente, en la actualidad somos pocos los que adoptamos esta manera de pensar y vivir. Muchos toman por la fuerza lo que quieren, de la naturaleza y del vecino, sin importarles el bienestar del otro. Por tanto, el reto existencial de estos tiempos es vivir y actuar con consciencia, aun cuando el mundo de hoy nos presione y nos demande lo contrario.


Mi opción por la cultura de la paz nació de la enseñanza de mi madre y padre, quienes me dieron esa guía para vivir, y se consolidó con mi labor durante la guerra civil en El Salvador. A mediados de los años ’70, cuando colaboraba con Monseñor Romero, apoyando el trabajo humanitario, me di cuenta de que la gente no era inherentemente necesitada, sino que las situaciones sociales las convertían en tales, por lo que era necesario cambiar esas circunstancias. En esa época esto era un trabajo muy sacrificado y peligroso: recibíamos amenazas constantes y finalmente, una noche, Monseñor Romero fue asesinado. Él asumió con valentía y amor la opción de llegar hasta donde fuera necesario, demostrando su carácter y su integridad al estar al lado del pueblo. Su legado fue y es caminar con el pueblo, acompañarlo, ser solidario y ser uno con él.


Yo también escogí estar con el pueblo, vivir por la revolución pero no morir por ella, no abrazar el martirio. Yo sabía que mi tarea era vivir lo más posible y llevar a cabo todas las tareas de transformación que pudiera. Y así lo he hecho. Para mí, ese es el significado de vivir simplemente, que no es lo mismo que simplemente vivir. Es vivir en sustentabilidad una vida con significado y útil.


¿Qué propuestas impulsa la sociedad civil para promover una cultura de paz y derechos humanos?
Existen numerosas propuestas impulsadas por la sociedad civil para promover una cultura de paz y derechos humanos. Sin embargo, el desafío radica en abordar estos proyectos de manera sustentable, es decir, comprometidos a diario y en cada paso en crear un mundo en paz y un planeta sano. Esta es la práctica de la ciudadanía planetaria-global. A menudo se impulsan iniciativas con buena voluntad pero de manera aislada, sin comprender la importancia de trabajar de manera intencional y colaborativa, colectiva y conscientemente.


Por ejemplo, si bien los gobiernos deberían elaborar planes nacionales para implementar los necesarios compromisos climáticos a nivel local, pocos países han desarrollado planes nacionales efectivos para evitar superar los 1.5 grados de aumento de la temperatura global. Ante esta falta oficial, es la sociedad civil la que se organiza para proponer soluciones.


Para crear condiciones para la gobernanza social, el pueblo soberano debe ejercer el derecho y deber de trabajar acompañando a las autoridades, recordando a los funcionarios públicos que son nuestros empleados. Pero son los gobiernos, con sus equipos y sus recursos, los que deberían convocar a todos los sectores de la población, y especialmente a los menos favorecidos que sufren más los impactos del cambio climático. Esto permitiría lograr una transición justa sin explotar a las personas ni al planeta.


En otras palabras, existen buenos proyectos, pero con proyectos puntuales no alcanza. Debemos transformar la forma en que vivimos para alcanzar una paz duradera y sustentable que permita que se respeten todos los derechos humanos a nivel individual y colectivo y en todos los niveles, desde el local hasta el global.

¿Está trabajando en alguna campaña de reforma de la ONU?

Desde los años ‘70 trabajo con la ONU. Al principio, el proceso que más apoyé fue el de la descolonización de África, Asia y el Caribe. En ese entonces, la lucha por la independencia de las colonias que aún existían era el tema central.

En la actualidad, considero crucial enfocarnos en los derechos de los pueblos originarios. Debe garantizarse su participación activa en los procesos de toma de decisión mediante el respeto de su derecho a consulta previa, libre e informada, y su participación en la implementación. Esto es esencial para la práctica de una verdadera gobernanza global.

También es importante avanzar en la dirección señalada por dos resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU a las que no se les ha prestado la importancia que tienen. La Resolución 2250 de 2015 aboga por la inclusión de la juventud en las decisiones desde temprana edad. Este enfoque es el marco para el trabajo efectivo y transformador de todas las agendas de la ONU post-2015, incluidas la Agenda 2030 con los ODS y la Agenda 2036 sobre hábitat. Las juventudes y la niñez deben poder participar en el proceso de crear las sociedades que son necesarias para vivir en paz, en un planeta sano.

La Resolución 1325 del año 2000 reconoce y afirma el derecho de las mujeres, las más perjudicadas por todo tipo de conflictos, a participar eficientemente en los procesos de construcción de la paz.

Es preocupante que ninguna de estas resoluciones haya sido seriamente tomada en cuenta para marcar el camino, por lo que los proyectos de reforma están a la deriva. La próxima Cumbre del Futuro de la ONU que tendrá lugar en septiembre de 2024 será una oportunidad crucial para que las juventudes y las personas defensoras de derechos humanos contribuyan a moldear la ONU que aspiramos y necesitamos tener para ese futuro que formulan las agendas post-2015.

Este compromiso supone revisar acuerdos existentes y trabajar en la reforma de la ONU y de sus documentos fundacionales para contar con pautas para la práctica de una ciudadanía planetaria-global que priorice el bienestar de la naturaleza y los pueblos. Debemos retomar la declaración de derechos humanos para que nos marque el camino. Este es el reto que no debemos postergar. La ONU fue creada para la promoción y el mantenimiento de una paz duradera y sustentable, y hoy más que nunca es nuestro reto y privilegio trabajar hacia su consecución.


Siga a @benavides_marta en Twitter.

EuropeanUnionLogoEsta entrevista se realizó en el marco del proyecto de investigación Horizon ENSURED, financiado por la Unión Europea. Los puntos de vista y opiniones expresados en esta entrevista son exclusivamente de la persona entrevistada y no necesariamente reflejan los de la Unión Europea. Ni la Unión Europea ni la autoridad que concede la subvención pueden ser consideradas responsables de los mismos.

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